Los árboles son plantas de tallo leñoso o lignificado y diferenciados de los arbustos por su altura y su mayor robustez. Cada año producen ramas secundarias, que parten del tronco. Tienen tamaños variados pero destacan entre el resto de las plantas ya que pueden alcanzar alturas superiores a los 100 metros. Las especies que alcanzan mayor envergadura se mencionarán a los largo de este texto.
Según el sistema de Raunkiær los árboles se engloban en la categoría (forma biológica) de fanerófitos. Éstos se corresponden a las plantas normalmente leñosas, con las yemas a más de 25 cm de distancia del suelo.
Se han adaptado a diferentes climas, pero prefieren las regiones con climas templados. Gracias a estas adaptaciones, se pueden clasificar en árboles de hoja caduca y de hoja perenne.
Los de hoja caduca se caracterizan por perder sus hojas durante la estación fría (otoño e invierno). Dentro de este grupo se debe mencionar el término ‘marcescencia’, que se define como la cualidad de determinados árboles de hoja caduca de no desprender las hojas cuando llega la estación fría y perderlas cuando las nuevas yemas comienzan a brotar.
Por otro lado, los árboles de hoja perenne van a mantener sus hojas durante el año, aunque, como es lógico, las renuevan de forma gradual. Estos árboles suelen ser más resistentes a climas extremos. Las coníferas es el grupo más representativo.
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