Textura del suelo

La textura del suelo se define como la proporción relativa de partículas inorgánicas de distintos tamaños, específicamente arena, limo y arcilla. Esta propiedad es fundamental en la edafología, ya que influye directamente en la fertilidad del suelo y en su capacidad para retener agua, facilitar la aireación, regular el drenaje y almacenar materia orgánica, entre otras características físico-químicas.

Para la clasificación textural del suelo, la FAO emplea el triángulo de textura del suelo, una herramienta que permite categorizar los suelos en función de la proporción de sus fracciones granulométricas. Las partículas con un diámetro superior a 2.0 mm, como la grava y la piedra, no se consideran parte de la fracción textural del suelo, aunque su presencia se reporta como un descriptor adicional. Por ejemplo, un suelo con textura franco-arenosa y un 20 % de grava se clasifica como "franco-arenoso con presencia de grava".

 

Asimismo, cuando el contenido de materia orgánica es dominante sobre los componentes minerales, el suelo se clasifica como suelo orgánico en lugar de suelo mineral. Este tipo de suelos posee propiedades físicas y químicas distintas, con implicaciones significativas en la dinámica de nutrientes y la capacidad de almacenamiento de agua.

Triángulo de textura de la FAO.
Triángulo de textura de la FAO.