Profundidad del suelo

Originalmente, el término solum se definía como la capa superficial del suelo (horizonte A) junto con el subsuelo (horizontes E y B). Por otro lado, el horizonte C se consideraba un estrato con un grado limitado de formación edafogenética. En este contexto, la profundidad efectiva del suelo se asociaba con el espesor del perfil edáfico hasta la base del horizonte B. No obstante, la presencia de raíces y la actividad biológica detectada con frecuencia en el horizonte C han puesto de manifiesto la relevancia de incluir este horizonte en la evaluación de la profundidad del suelo. Desde una perspectiva funcional, la profundidad del suelo no solo determina la disponibilidad de agua y nutrientes para la vegetación, sino que también influye en el desarrollo radicular y en la dinámica de los procesos edáficos. En la práctica, los estudios de cartografía y levantamiento de suelos suelen emplear límites de profundidad arbitrarios, comúnmente establecidos en 200 cm. Sin embargo, este criterio puede no reflejar con precisión la capacidad real del suelo para sustentar la vegetación, ya que factores como la compactación, la presencia de capas cementadas o la variabilidad en la estructura edáfica pueden influir significativamente en la profundidad efectiva del perfil.