El agua se mueve en el suelo debido a diversas fuerzas, como la gravedad, la capilaridad y la ósmosis, que determinan la dirección y velocidad del flujo. Dependiendo de la cantidad de agua presente y la presión en el suelo, el movimiento del agua se clasifica en dos tipos principales:
La conductividad hidráulica es un parámetro clave para medir la facilidad con la que el agua se mueve a través del suelo. Se puede determinar en campo mediante ensayos como el permeámetro de carga constante o variable. Además, la clasificación del suelo según sus clases de drenaje y sus propiedades asociadas, como las condiciones gléyicas (relacionadas con la saturación y reducción de hierro en suelos anegados) y stágnicas (acumulación temporal de agua en horizontes superficiales), proporciona información fundamental sobre la circulación del agua en el perfil del suelo.
Estos factores son esenciales en disciplinas como la agronomía, la geotecnia y la hidrología, ya que influyen en la gestión del agua para cultivos, la estabilidad del suelo en construcción y la prevención de problemas como la erosión y la salinización.